Lo necesitaba.
Llegué observador de aquel paraíso y de aquellas personas que en dos semanas íbamos a ser partícipes de su extorsión. Como diría Calamaro todos bucábamos lo mismo, pero yo encontré algo que no sabía ni de su ausencia, encontré a mi unicornio azul.
Volví a encontrarme con gente desconocida, en un sitio idealizado,..., ahora bien, con la mente un poco perturbada. Todo cambió entre consejos maduros y canciones de luis ramiro y de silvio rodriguez, entre entrañables momentos y caladas a besos, entre gemelas alternativas y símbolos de conexiones universales. El cambio se transformaba poco a poco gracias a "cataratas inolvidables", a crisis pianísticas sin sentido y a crisis personales aún con menos sentido.
Pero sin duda fuiste tú esa gran monitora de la vida, que en dos semanas tanto me has enseñado, y tantas risas del cosmos hemos compartido. Lucía, Almudena, Carmen... de nuevo me ví envuelto en otra marabunda de mujeres increíbles.
Y por si fuera poco: Madrid. Me vuelvo a enamorar de sus calles, del metro, de la cantidad de estereotipos de personas capaces de convivir, del olor a vida, de la cultura rebosante, de glamour y pobreza como una única visión posible y de Chueca. Vuelvo a vivir Madrid con expectación, pero también con miedo. Una vez más veo Madrid diferente, y para variar mejor.
La reflexión a veces ha tenido tiempo de aparecer, y he aclarado con ella que no he dado un paso atrás, que aunque haya vuelto a un fantasma pasado, ahora le hablo con la voz de la experiencia y todo será más fácil.
Vuelvo a ser yo. Vuelvo a ser soñador. Vuelvo con ganas de saborear el piano más que nunca. Vuelvo a vivir para mí y para los demas, y no sólo para él.
Vuelvo a cantar esa canción que me pone los pelos de punta sobre un unicornio azul...
Lo que daría por estar ahora mismo en esas maravillosas presillas contando las vacaciones de la mente al viento de Rascafria.